domingo, noviembre 12, 2006

Para entender a Andrés Manuel López Obrador.

Es la campaña. Su campaña. Lo aclaman. Lo adoran. Bañado en sudor. Enardecido por las masas. Sueños y delirios. Impulsado por la marea humana que le exige más, lanza la frase: …y al Presidente de la República, con todo respeto, le digo: cá-lla-te… cha-cha-la-ca…

Poco después, a solas, uno de sus colaboradores le pide prudencia. "Fox será lo que quieras, pero la gente lo ve bien. Todavía lo quieren. Ten cuidado… no lo ofendas… te puede afectar". Andrés Manuel lo oye sin responder.

Al día siguiente vuelven las masas. Y los delirios. López Obrador está donde le gusta estar: bajo el sol, entre la gente, dominador, frente al micrófono que lo exacerba. Es su territorio. Vuelve al discurso y vuelve a la ofensa: … y al Presidente de la República, con todo respeto, le vuelvo a decir: cá-lla-te… cha-cha-la-ca…

Desafiante, deja llegar los aplausos. Retador, clava la mirada en el colaborador que le aconsejo prudencia con esa frase. Con los ojos le dice: pues lo vuelvo a hacer cuantas veces quiera.

Oficina del candidato. Hay nuevo coordinador de campaña y se llama Jesús Ortega. Es el primer encuentro y el veterano líder de izquierda —él sí lo es— dice aceptar el cargo bajo ciertos lineamientos. Hay que hacer esto. Hay que hacer aquello. El candidato asiente afirmativamente con la cabeza. Es todo. Aceptado.

Pero ya en la puerta, con Ortega a punto de salir, Andrés Manuel López Obrador sube la voz y le advierte: Pero no se te olvide, Jesús, que aquí mando yo.

Los gobernantes y su naturaleza. La que se lleva en la piel, la que dicta el corazón. Así son. Eso los marca para bien o para mal.

López Obrador lleva en su naturaleza parte de su desgracia política. Ayer esperanza, hoy caricatura. El viernes pasado, un documento titulado Balance Electoral del 2006, elaborado por el PRD, concluye que Andrés Manuel y su equipo perdieron las elecciones por diversos factores, principalmente por la confrontación con el presidente Fox, no asistir al primer debate entre candidatos, descalificar las encuestas y por la mala relación con los medios.

¿Cómo respondió AMLO? Con nuevas ofensas contra los medios, calificándolos de "alcahuetes de la derecha" y provocando la ira de sus seguidores contra los reporteros. No aprende.

Los poderosos y su naturaleza. Nada que hacer.